LAS SUELAS DE ESTOS ZAPATOS ESTÁN HECHAS CON CHICLES RECICLADOS

Uno de esos terrores infantiles que es más que probable que todos hayamos tenido en su momento era el de qué iba a ocurrir cuando por error o por accidente nos tragábamos un chicle. ¡Un chicle no es realmente comestible!, nos decíamos, ya que bien sabíamos que cuando acabáramos de consumirlo teníamos que tirarlo.

Nuestro terror solía llevar después a que alguien nos contase alguna leyenda urbana que daba miedo sobre qué les ocurría a los niños incautos que se comían sus chicles en vez de tirarlos, temores que ahora en la edad adulta recordamos como una prueba más de nuestra inocencia.

Porque, cierto es, a nadie le pasa ninguna de esas cosas que nos contaban de pequeños cuando nos tragábamos los chicles. Pero, a pesar de ello, los chicles no son exactamente un elemento inocuo, como bien saben todos los trabajadores de limpieza urbanos que se tienen que enfrentar a ellos en las aceras de tantas localidades.

Los chicles, cuya composición es un 80% plástico, necesitan una media de cinco años para degradarse. Antes de desaparecer, se quedarán duros y solidificados. Es lo que les ha pasado a esos chicles que se quedan adheridos a los suelos y que parecen una especie de mancha permanente ante la que la limpieza parece imposible.

Cuesta 7 veces más limpiar el chicle que comprar uno

Limpiar los chicles del suelo es costoso y no solo en términos de esfuerzo. Una estimación del Ayuntamiento de Logroño señalaba que el coste de limpiar un chicle era 7 veces superior al que costaba comprar el chicle original. Solo en esa ciudad, cada año se limpia el equivalente a un campo de fútbol en superficie de chicles pegados al suelo. Lo peor – al menos para los servicios de limpieza – es que los ciudadanos no suelen respetar las zonas limpias de chicles. Seis meses después – siguiendo con los datos de la estimación logroñesa – las zonas limpias de chicles vuelven a estar en el mismo estado que estaban previas a la limpieza.

Los chicles son por tanto un serio problema para las ciudades y uno que además tiene un impacto que va más allá de la estética y llega a la salud (los chicles en las calles acumulan gérmenes) y hasta al despilfarro de recursos (para limpiarlos hay que echar mano del vapor).

Pero puede haber una solución, más allá de las brigadas de limpieza y de las multas al comportamiento poco cívico, para la plaga de este residuo. Los chicles pueden, gracias al reciclaje, tener una nueva vida.

Reciclando chicles

De hecho, ya existe al menos una compañía que está aprovechando los chicles desechados para hacer nuevas cosas. Gumdrop, un proyecto de una diseñadora británica, Anna Bullus, usa los chicles recuperados de los suelos de las calles para convertirlos en suelas de zapatos, entre otras cosas. Bullus se pasó más o menos una década trabajando en la idea, tras darse cuenta de que – entre las muchas cosas que se reciclan – nadie mencionaba a los chicles. “No podía encontrar nada en absoluto sobre los chicles”, señalaba la diseñadora.

Dado que los chicles están hechos con plástico, en su composición se pueden encontrar elementos que pueden ser empleados para construir muchas otras cosas. La diseñadora descubrió, de hecho, que uno de sus polímeros que aparecen en la composición de esta chuchería es el mismo que se puede encontrar en las ruedas de las bicicletas.

Recogida y reciclaje de chicles

Para lograr materia prima, ha repartido por Londres unas papeleras redondas (hechas también hechas con chicle reciclado). Las papeleras han llegado también a la Universidad de Winchester, al aeropuerto de Heathrow o a las estaciones de Great Western Railway. Quienes las han implementado reconocen que no han terminado del todo con los chicles tirados de cualquier manera, pero sí que han reducido su impacto.

Los zapatos con suela de chicle son, al parecer, el producto más popular de los que fabrican con este material reciclado, pero no el único que lanzan. La diseñadora también lanzó una marca de botas de agua para niños hechas con chicle reciclado y que son a su vez 100% reciclables (cuando ya no sirven, invitan a que las devuelvan al fabricante para reciclarlas de nuevo).

No es el único producto que hace. También – por ejemplo – fabrica tazas para llevar café (que están hechas con al menos 42 chicles) o tuppers para la comida.

Los chicles se convierten, así, en cosas y tienen una nueva vida.


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Dudia Lab

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